Hace unos cuantos meses participé de un curso de elaboración artesanal de alimentos que se desarrolló en una aldea cercana a Ezcaray donde vivo, después de largas gestiones para que el gobierno lo subvencionara. Allí tuve la ocasión de conocer a muchas mujeres que viven en la zona y que trabajan de manera informal en su casa, como yo.
Todas teníamos en común el ser madres, el ocuparnos integralmente del cuidado y atención de nuestros hijos, de nuestros hogares y todas desarrollábamos actividades productivas de tipo artesanal vinculadas a la alimentación en su mayoría, aunque no únicamente.
Esta realidad me hizo ver algún par de cosas que me parecieron interesantes y para tener en cuenta, dado que su capitalización sería de gran provecho para un colectivo quizás nuevo en esta realidad semi rural y rural de los pueblos, en el entorno de crisis y desempleo.
Me refiero a las particularidades del trabajo que todas desarrollábamos en nuestros hogares. Actividades no asalariadas y que dentro del mercado informal y del trueque eran actividades productoras de mercancías sobre todo vinculadas a la alimentación y al consumo de bienes esenciales para el hogar. Había algunas mujeres dedicadas al cultivo de huertas con el posterior procesamiento de los alimentos para su consumo doméstico a lo largo del año, así como también para su venta o su intercambio por otros bienes con otras mujeres. Otras se dedican a la elaboración de alimentos partiendo de insumos ecológicos y obtenidos también de manera natural y no comercializada muchas veces, elaboraban quesos, cuajadas, postres, bizcochos, panes, embutidos de toda clase, consumían leche recién ordeñada, huevos y pollos ecológicos, recolectaban nueces y otros frutos secos. Fabrican jabones y detergentes.
Y con sus intercambios dinerarios informales o mediante trueques, están tejiendo una red de capital social pocas veces valorada y reconocida, una realidad que se esconde detrás de la apariencia de la mujer como “ama de casa” o desocupada producto del encogimiento del mercado laboral en tiempos de crisis.
Esto me hizo ver que las mujeres en tiempos difíciles nunca nos quedamos en casa y de brazos cruzados y eso es importantísimo y eso es una fuente de riqueza natural que no se puede desaprovechar, sino todo lo contrario, una política social verdaderamente inclusiva debería tener en cuenta esta realidad y capitalizarla a fin de fortalecer estos vínculos ahora informales y dotarlos de todos los medios necesarios para que sean fuertes y productivos.
¿Cómo lo haríamos? Una de mis prioridades cuando acepté la candidatura al Consejo Ciudadano fue la de incrementar la participación social y política para lograr una verdadera transformación en la vida cotidiana. Aquí va mi primera propuesta en este sentido.
Veo necesaria la creación de una Secretaría de la Mujer Rural como un mecanismo administrativo y público de organizar, canalizar y gestionar toda esta red de actividades de las mujeres en ámbitos rurales y semi rurales. Se encargaría de coordinar y mejorar sus condiciones de producción, a través de subvenciones a los grupos de actividades.
Se crearía una cooperativa que agrupe a las mujeres insertas en estas actividades y así también se contribuiría a la inserción laboral de mujeres que estén en condiciones de trabajar en la cooperativa en tareas de coordinación de actividades, administración y venta de los productos, por ejemplo. Así se podría insertar al mercado laboral formal a muchas mujeres que hoy en día están desarrollando actividades lucrativas de manera totalmente informal y que por lo tanto no favorece a la economía interna ni les favorece a ellas en términos de aportes jubilatorios y de sanidad por ejemplo, áreas en las que dependen del vínculo marital que en su mayoría tienen, pero que tampoco es una situación que cumpla con el ideal de igualdad de género.
¿Cómo se podrías estructurar dicha Secretaría? Me imagino que para coordinar las actividades de un colectivo, nada mejor que una Asociación, con Junta Directiva elegida democráticamente entre sus miembros por mayoría, con competencias de gestión administrativa y económica, con sus Estatutos, con su derecho a solicitar y obtener subvenciones para desarrollar la producción y venta de sus productos, así como de las actividades promotoras y formativas que conlleven a mejoras en la actividad.
Esta es una idea que puede y debe ser revisada y seguramente conseguiría los aportes de conocimiento de quienes pondrán su granito de arena para que sea una realidad, yo lo dejo como mi propuesta, para todo aquél que quiera que trabajemos juntos.
María Eugenia Fernández Ferreyra. Licenciada en CC PP